miércoles, 7 de septiembre de 2011

Martes 6 de septiembre

Por la distancia la embarcación es minúscula en un cielo plomizo que se quiebra con rayos inofensivos cuyas luces, a ratos espaciados, salpican los flancos de la nave. Es el afecto que parte. Un cariño grave, redondo, se marcha dejando oscuridad y tormenta. Ahora el alma, esa identidad dudosa, ese peso muerto que arrastra mi intelecto, se derrumba o empequeñece, se apaga y muestra síntomas de cambio. Su color se torna violáceo y oscuro. Contra el muelle la mar caprichosa me tira sus olas con saña. Son espumosas y violentas esas aguas que se confunden en mi cuerpo con la lluvia enojada. La tormenta está desatada e imagino lo pequeña que resulta mi imagen desde la embarcación y tiemblo en el azul que lo domina todo.

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