martes, 12 de abril de 2011

Martes 12 de abril

            Una minúscula partícula de luz eclosiona en mitad del día. Es avanzada la tarde cuando la explosión sin sonido, callada, ilumina una jornada de por sí fulgurante. Contra el cielo despejado y limpio una inquietud o reverberación menor se ondula un instante en el aire incorpóreo y por ello el tiempo y el espacio, gigantes mudos, reciben un empuje similar al del aleteo de un insecto. Casi desapercibida pues viene al mundo esta otra vida. Porque debe ser vida y no otra cosa ese albor casi imperceptible que se expande, ya que es de pronto materia y movimiento, respira. Se hace cuerpo al tiempo que en un árbol cercano, nos parece un tilo, un conjunto de pájaros derraman espontáneamente su vuelo arbitrario. Parecería humana esta vida en su conjunto y observándola podemos entender qué es aquello que llaman hecho a imagen del hombre, pero es peculiar y distinta y evidencia un desplazamiento torpe, una respiración difícil y las dimensiones de su cabeza son desproporcionadas. Sin embargo sonríe como lo haría un niño ingenuo.

viernes, 1 de abril de 2011

Viernes 1 de abril


Los textos de Homero hablan de un mar enojado, lo califican de proceloso. Es un adjetivo que me gusta y me agrada como suena. Pero además me transmite la idea que se tenía del mar, esa inmensidad llena de tormentas o borrascas, algo que al enfrentarlo siempre suponía un peligro. Actualmente soy todo océano, un inmerso mar de dudas, y en mis cavilaciones, si toco mis intestinos, puedo sentir con el dedo la furia de la tempestad que me habita. Soy un mar. Proceloso mar surcado por naves que son maltratadas por mi cólera, embarcaciones que lanzo a la deriva sin suerte, sin fortuna, pero que conservan la voluntad inquebrantable de arribar a algún puerto donde la luz caiga sobre las nobles y antiguas maderas de algún muelle.