martes, 21 de febrero de 2017

Martes, 21 de febrero


… la pareja que fuma un cigarrillo junto al bocoy me ha mirado, los dos al unísono, y yo, que envidio esa sincronía, en el afuera de esta cafetería, muevo mi café con dos cucharillas. Se ve que el camarero no ha reparado en que son dos pegadas, muy juntas las dos se tocan, se abrazan, se besan, lo que es propio de cualquier cucharilla enamorada. Al instante un grupo de mujeres dulcemente olorosas, y con aspecto de catequistas ociosas, me han preguntado, también al unísono, si es que estaban ocupadas las sillas. Y yo les he respondido: ojalá, con lo que el grupo ha entendido enseguida que no y me han sugerido con la variopinta mirada de una tropa homogénea que me refugie en Dios, ¡hay tanto amor ahí!, parecían decir. Después, sin reparar en mi dolor, han dejado sin sillas el espacio que rodea a la mesa que ocupo. Ellas, los muebles sencillos que daban sentido a mi mesa, a mi café, y por qué no decirlo, a mi vida, han dejado un hueco enorme lleno de espacio vacío.
Maldición, no sé qué pasa hoy que el café no se enfría y el camarero me observa desde la jamba de la puerta, debo de dar pena…

miércoles, 17 de septiembre de 2014

Miércoles, 17 de septiembre de 2014

De nuevo aquí, de nuevo en mí. Qué simpática la luz entre las nubes. Y qué gratos los charcos que serpentean el camino como un rebaño de corderos esponjosos. Magnífica la pulcritud en los cantos rodados que ha lavado la lluvia. Qué delicia el canto de la lira y la emoción de los versos que se dejan ver entre los setos. Son sonrisas verdes y recuerdos frondosos, suaves ambos, y sonoros. Me huele hoy la vida como el agua de colonia abundante en el cabello oscuro de esa niña guapa. Respirar este idilio y llenar los pulmones es mi aventura pueril. El pecho se me expande y vuelve, y se relaja. Me gusta el tono encarnado de la propia piel tras esfuerzo tan liviano. Todo es nuevo aquí dentro, y limpio, e inmaculado. Persiste sólo tu luz. Ha vuelto la sonrisa trazando su espiral. Ojalá todos los días fueran éste para que volvieras siempre. Abre tus ojos verdes; pues, como ya te había vaticinado, a las doce y quince me he perdonado.

martes, 16 de septiembre de 2014

Martes, 16 de septiembre de 2014

… ¿es este, ineptos Inmortales, el viento que tiráis contra mi proa y lanzáis sobre mis velas? ¿Acaso  pretendéis despeinar a esa núbil princesa que olvidó la diadema de jazmines junto a su inocencia? ¿Tan débiles y apocados sois en esta era? Volved ¡oh! Olvidados por la iniquidad del hombre. Volved, venid, traeros. Venid Anemoi coléricos. Recuperad el capricho y la furia. ¡Oh! Céfiro, Eolo, Tifón, Noto, Euro, y tantos otros, arrancad de mi pecho la vergüenza y la culpa con el ímpetu necesario de una proeza divina. Que luego yo, como tributo cierto, elevaré al Olimpo en feliz hecatombe el votivo humo de la sangre de mil carneros decapitados en el ara de vuestros templos. Sea, aunque para ello, tenga que buscar, entre las espinas y zarzas, entre la maleza y las malas hierbas de un pasado remoto, cada piedra de ellos para levantarlos excelsos de nuevo…         

viernes, 14 de marzo de 2014

Viernes, 14 de marzo de 2014

… Febo ya no es un muchacho, bufa con sorna para después sonreír en mitad de su camino. Aparece estos días con su carro inmaculado y me saluda cálidamente en la distancia. En su bonanza brilla. Se ha hecho para mí necesaria su presencia —será que padezco hambre de primavera—, por lo que lo busco con la mirada a primera hora. Si es que aparece mi ánimo se eleva…  

lunes, 10 de marzo de 2014

Lunes, 10 de marzo de 2014

… de entre las rosas que me regales, esa que sólo es tallo, la que yo detesto, déjala en la intimidad de tu jardín. Dame tus gritos, esas flores que explotan en mitad del ramo, que chillan estridentes y caprichosas. Tu silencio y mi culpa guárdalos, rompe sus hojas en tu regazo. Pues todo en tus labios me cuadra, pero no el silencio, el silencio es el arma más punzante, se clava en mí y desata dos maquinas perfectas e implacables: la tragedia de mi imaginación y la detención del tiempo sin sentido. Tus silencios son los puentes que desaparecen, con ellos quedo a merced de las horas y de mí mismo… 

miércoles, 26 de febrero de 2014

Miércoles, 26 de febrero de 2014

… estos días es común que en el patio sople el viento a ratos. Con su empuje el cabello se posiciona tras la nuca dejando expeditos a los ojos, que trabajan acorde con la mano que manipula el cristal. Los dos, inquietos y brillosos, se fijan en la pared del vaso para observar la semilla que ha eclosionado. María tiene una mano pequeña, conforme a su edad. Las yemas de los dedos se adaptan a la base del recipiente evitando interrumpir la observación de las raíces que salen desde el garbanzo y pegadas a la pared translúcida buscan la sustancia de la tierra húmeda. El calor apocado de un sol largamente esperado escasamente conforta a la niña. Es final de un febrero frío. Había estado ausente todo el fin de semana y a la vuelta ha visto por fin cómo la semilla se expande tímidamente por la tierra negra depositada en el vaso de cristal. El frío no la amilana. La tarea habría de consistir en describir día a día la evolución. Ella es meticulosa. Tanto que ya empezaba a desesperar, no encontraba palabras para no ser redundante en el diario que la tarea obligaba a llevar minuciosamente. Miércoles veintiséis de febrero de dos mil catorce: finalmente, del garbanzo han surgido unas diminutas raíces blancas, brevísimas hoy, pero que suponen la novedad y la constatación de que la vida se abre paso. Quizá es un lenguaje afectado y poco científico, pero así queda plasmado en su cuaderno de anillas…

miércoles, 12 de febrero de 2014

Miércoles, 12 de febrero de 2014

… sería por el año dos mil catorce, sin ningún propósito firme ni consciente comencé a dejar que me brotara la barba a lo silvestre y a vestir con ropa desenfadada, calzado modesto, vaqueros y camisas generalmente de cuadros. Sin saber cómo o por qué me habitué a cantar canciones en inglés, idioma desconocido hasta entonces, y a rasgar una acústica que no sé en qué momento llegó a mis manos. Las canciones hablaban de trivialidades pero se adaptaban al ritmo de la guitarra con soltura matemática. Entonces tampoco había oído jamás la palabra «indi» y sin embargo me familiaricé con ella, la dejaba caer en las conversaciones al principio forzadamente, y finalmente con autoridad. Esta época coincidió curiosamente con mi abandono del propósito universal inaudito y presente en cada individuo en su génesis: la búsqueda de la felicidad. Curiosamente nunca me sentí más en paz que entonces, cuando renuncié a la más descabellada de las empresas inscritas en la materia gris de los seres humanos. Arribar a cima tan inexpugnable había sido un propósito diario que pesaba sobre mis hombres escuetos con tanto peso que día tras día era constatado ese fracaso a eso de las once menos cuarto, entre la media hora de pilates y los veinticinco minutos de lectura de la obra completa de Aleksandr Pushkin, cuando regularmente, y eso iba a misa, hacía entonces balance de mis logros y fracasos. Jamás alcancé ese estado de nirvana en la Tierra, pero renunciar a él, esa pérdida, me supuso respirar a pulmón lleno por primera vez; pude constatar que ser perdedor no es tan triste como anuncian las series televisivas norteamericanas. Ahora había cierto orden en mí, cantaba bellas canciones, vivía en un apartamento escueto de la sexta con Madison y comía con cierta gula el contenido de múltiples latas de conservas. Recuerdo que una de estas latas que cayó en mis ávidas manos era de la marca Campbell's y, en aquel Nueva York en todo parecido a una gran manzana en que vivía, pude evocar a aquel buscador de felicidad tan pop que fui. Hasta hoy no había vuelto a pensar en la felicidad. Gracias  Andy...