… de entre las rosas que me regales, esa que sólo es tallo,
la que yo detesto, déjala en la intimidad de tu jardín. Dame tus gritos, esas
flores que explotan en mitad del ramo, que chillan estridentes y caprichosas. Tu
silencio y mi culpa guárdalos, rompe sus hojas en tu regazo. Pues todo en tus labios
me cuadra, pero no el silencio, el silencio es el arma más punzante, se clava
en mí y desata dos maquinas perfectas e implacables: la tragedia de mi
imaginación y la detención del tiempo sin sentido. Tus silencios son los puentes
que desaparecen, con ellos quedo a merced de las horas y de mí mismo…
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