… ¿es este, ineptos Inmortales, el viento que tiráis contra
mi proa y lanzáis sobre mis velas? ¿Acaso pretendéis despeinar a esa núbil princesa que
olvidó la diadema de jazmines junto a su inocencia? ¿Tan débiles y apocados sois
en esta era? Volved ¡oh! Olvidados por la iniquidad del hombre. Volved, venid,
traeros. Venid Anemoi coléricos. Recuperad el capricho y la furia. ¡Oh! Céfiro,
Eolo, Tifón, Noto, Euro, y tantos otros, arrancad de mi pecho la vergüenza y la
culpa con el ímpetu necesario de una proeza divina. Que luego yo, como tributo
cierto, elevaré al Olimpo en feliz hecatombe el votivo humo de la sangre de mil
carneros decapitados en el ara de vuestros templos. Sea, aunque para ello, tenga
que buscar, entre las espinas y zarzas, entre la maleza y las malas hierbas de
un pasado remoto, cada piedra de ellos para levantarlos excelsos de nuevo…
No hay comentarios:
Publicar un comentario