martes, 3 de enero de 2012

Miercoles, 4 de enero de 2012

            A primera hora de la mañana las luces muestran espacios acotados, realidades estanco. Uno tiene la impresión afortunada de toparse con escenarios inconexos donde se suceden teatrillos dispares. Luego el despertar definitivo y la velocidad del automóvil los va uniendo y así nace el nuevo día. Hoy, en mitad de la calzada, me he topado con un cadáver. Nada tétrico. No era un cuerpo, era sólo una idea. Nada trágico. No era una vida, era sólo una imagen fallecida. Siempre tuve la impresión de que la suerte no existe pero ese símbolo que rondó mi pasado ha muerto, lo he atropellado con mi coche esta mañana, con el impulso de un nuevo día. La idea tan arraigada en mi de que la suerte no existe rueda sin vida en una cuneta, pues ¿cómo llamar a las cosas buenas que te ocurren repentinamente?

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