lunes, 14 de marzo de 2011

Lunes 14 de marzo

            Nomi recibió un crisantemo. Al abrir la delicada caja en la que éste le había sido enviado su aroma le llegó al olfato, incluso inundó la estancia en la que estaba. En emplazamiento tan constreñido el olor se había concentrado de tal modo que su intensidad ahora se permitía reinar en toda la vivienda. Nomi amaba la belleza. Las hojas del crisantemo, su forma perfecta acariciaban el espíritu de este hombre sencillo.
            Aún era la estación de las lluvias y hacía frío. Tras el vidrio de la ventana las gotas de agua caían de los alfeizares de las casas colindantes. Las canalizaciones llevaban el agua de la lluvia al estanque del jardín. Con un cuenco de té entre las manos admiraba su crisantemo. Sentía que ello era cálido. Amaba la belleza, se recreaba en el efluvio que gobernaba la casa.  
            Con el paso de los días el sol se abrió paso entre las nubes, el zinc de las conducciones de agua brillaba limpio y seco y el estanque de agua calmada significaba paz. En el interior de la vivienda de Nomi se ha disipado todo perfume del crisantemo y sus hojas se han ajado. Este hombre sencillo sabe que la belleza es efímera, breve, intensa, como un poema.  

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